Mi ex coronavirus y yo (XVII), por Algarabía. «Volver a la normalidad»

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¿Qué se supone que queremos decir con lo de “volver a la normalidad”? ¿Volver a la desigualdad, a los recortes, los trabajos precarios que han demostrado ser los imprescindibles, a las jornadas presentistas interminables, a la falta de empatía con el que sufre, a los fraudes fiscales de los millonarios, a gastar el dinero de todas en los amigos de los que gobiernan en cualquier administración, a los discursos xenófobos, racistas, machistas que se vierten desde la tribuna del congreso, etc……a esa “normalidad” queremos volver?

Yo por lo menos no quiero volver a esa normalidad, porque sería como normalizar actitudes que de por sí, no deberían parecernos normales. La habitualidad no necesariamente significa normalidad, o no debería parecernos así.

Yo quiero volver a un lugar y un tiempo donde las personas sigamos siendo lo primero, donde la educación, la sanidad, la dependencia, la igualdad, la diversidad, etc., se lleven las mayores partidas económicas de los presupuestos generales del estado, donde la defensa se quede en la mínima expresión porque ya se ha demostrado que, a partir de ahora, las guerras van a ser de otra manera.

Una normalidad que asuma que la monarquía no es rentable, es más, es una lacra incompatible con la democracia, que la iglesia tiene que formar parte de los gustos individuales de las personas, nunca de la imposición de unos acuerdos que nacieron de una dictadura apoyada por la iglesia católica y por eso se le sigue pagando peaje.

No quiero asumir la corrupción de un partido político como algo normal, que además solemos justificar con una frase que detesto y me revuelve las entrañas “¿Si tú estuvieras ahí, no harías lo mismo? No, no lo haría porque yo soy decente, porque entiendo que la política es la herramienta para mejorar la vida de la gente, porque no me da la gana comparar a un gobierno que se ha gastado 3 millones de dinero público en beneficio propio, con que alguien haga una fotocopia personal en su empresa.

Me niego a pensar que entendemos la corrupción porque toda la ciudadanía somos corrupta, como decimos a veces. No, los corruptos son los que corrompen y destrozan la vida de la gente para enriquecer a sus amigos y a ellos mismos como se está demostrando en esta crisis. La gran mayoría somos gente buena y por ello, se nos engaña con facilidad.

Veo con mayor asiduidad de la que me gustaría, a trabajadores y trabajadoras criticar algunas de las medidas sociales del gobierno, medidas que van a hacer su vida más llevadera y que van a mejorar sus condiciones de trabajo y yo me pregunto si existe la coherencia en estas personas y pongo un ejemplo; si no estoy de acuerdo con que en un ERTE por COVID19, ya que estamos en estas, el contador se ponga a cero y no me repercuta en el consumo de desempleo para futuras ocasiones ¿Por qué no renuncio a ello? ¿Por qué no le permito a mi empresa que me despida por IT continuadas si no estoy de acuerdo con las medidas sociales del gobierno?

Pues porque si les afecta a los demás está mal y vamos a hundir el país, pero si me beneficia a mí es un derecho sobradamente merecido. Y eso se consigue fomentando la individualidad como hace el neoliberalismo capitalista, que antepone la primera persona del singular a las primera, segunda y tercera del plural y así nos va.

Por eso queridas y queridos, yo no quiero volver a la “normalidad” de antes del COVID19, quiero habitar un espacio paralelo, como ese de los chicos, jajaja, en el que prevalezca el bien colectivo, en el que no haya trabajadores y trabajadoras pobres, entendiendo como tal, que con su salario no puedan vivir en una casa digna, no pueda mantener dignamente a sus hijos o a sí mismos.

Quiero una “normalidad” donde lo normal sea que todos y todas podamos vivir, no sobrevivir, ni malvivir del producto de nuestro trabajo, que la educación sea igualitaria y por lo tanto no haya asesinatos de mujeres por el hecho de serlo, que todas las personas puedan amar a quien les dé la gana sin ser vapuleadas por ello, donde una persona que viene a trabajar a este país, desde otro más pobre, lo haga con todas las garantías.

En definitiva, que a mí me gustaría que todas y todos saliéramos de esta terrible historia siendo mejores personas y tengo poca confianza en ello. Mientras tanto, iremos contando un día más y soñando en que ya es un día menos para el resto de nuestras vidas y como me encanta esta frase, pues os la pongo como reflexión final.

“Cambiar el mundo, amigo Sancho, que no es locura ni utopía, sino justicia!

2 comentarios en “Mi ex coronavirus y yo (XVII), por Algarabía. «Volver a la normalidad»

  1. Y esa “normalidad”, ¿cómo propone conseguirla? ¿Concediendo todavía más poder a los políticos, esa élite que en todas estas décadas no han hecho sino enriquecerse y adoctrinar a la población hacia un lado o hacia otro? ¿Debo pagar en vez de un 25 un 50% de mi sueldo para que ellos lo controlen a su antojo? ¿Tiene que ser el Estado el único empleador y nosotros sus súbditos? ¡Si para una función que podría ser justificable como es la defensa de la salud de sus ciudadanos ha fracasado estrepitosamente!

    Asume que usted es decente y no caería en la corrupción y yo le creo, porque a la casta política solo accede gente de escasos escrúpulos, mucha ambición y que ha perdido toda vergüenza. Los políticos no buscan ni el “bien común” (que no existe, porque su idea de bien puede ser distinta de la mía), ni atender a las demandas de sus votantes, sino crear necesidades en ellos a través de pagas, proclamas idealistas y enemigos ficticios para perpetrarse en el poder, medrar y vivir el resto de sus días con un sueldo que se han puesto ellos mismos.

    ¿Es “normal” que exista una autoridad que dicte cuántos tributos tienes que ofrendarle, cuál es la única educación verdadera y cuánto puedes ganar? Porque ese es el sistema que propone potenciar al otorgar mayor poder a las “personas del plural” y no a la libertad individual. ¿No vale más la pena que cada persona pueda vivir su vida como le dé la real gana, que voluntariamente acceda a un contrato o se adhiera a comunidades locales o provinciales autogestionadas sin depender de ningún parásito, llámese España, Euskadi o quien sea?

    ¿Y quién evitaría que se incumplieran los contratos o se produjeran agresiones? Bueno, no propongo que el Estado deje de existir si está limitado a los tribunales, la seguridad ciudadana y las prisiones o que disponga de ciertos recursos para evitar la pobreza de gente que ha sufrido infortunios. Sólo que hay que tener cuidado al creer que la voluntad común siempre va a favorecer directamente a las sociedades.

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    1. Hay una manera de hacerlo, y se llama democracia, por supuesto que puede un gobierno fiscalizar, decretar etc para el bien común, siempre que haya sido elegido mediante sufragio universal, la individualidad no es solidaria y precisamente es lo que propone el ultraliberalismo. Lo individual prevalece sobre el colectivo y cada cual que se las apañe como pueda. Eso ni es solidario, ni democrático, es capitalismo en estado puro, estado que mos ha traído al momento en que estamos ahora y no, yo no lo quiero.

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