Los ‘Kaskabobos’ de Aoiz saldrán por primera vez en la tradicional kalejira.
Las calles de Lizarra aguardan un acontecimiento especial año tras año. La ciudad presiente que aunque no ha llegado la primavera, el anuncio de que pronto una etapa va a terminar dando paso a un nuevo ciclo vital es inminente. Es el fin de semana del carnaval. Este viernes 17 de febrero a partir de las 17:00 de la tarde tendrá lugar la alegre y colorida kalejira de los carnavales de Lizarra Ikastola.
Este año, una vez superadas todas las restricciones de años anteriores, a las 18:00 de la tarde, se retomará el tradicional teatro que narra la historia del ladrón más famoso de la comarca: Aldabika.
La kalejira tendrá el siguiente recorrido: LIZARRA IKASTOLA – PLAZA CORONACIÓN – SAN ANDRÉS – BAJA NAVARRA – CALLE MAYOR – PLAZA SANTIAGO- CALDERERÍA – PLAZA SAN JUAN – NAVARRERÍA – C. MAYOR –BAJA NAVARRA – SAN ANDRÉS – PLAZA CORONACIÓNLIZARRA IKASTOLA.
Estos carnavales no podrían llevarse a cabo sin la implicación y la participación de su alumnado, la ayuda de sus familias y el apoyo de músicos y colaboradores de Lizarra Ikastola. Como viene siendo habitual, en la kalejira de carnaval de Lizarra Ikastola, se representarán los personajes más representativos del carnaval rural navarro, así como, los Momozorros de Unanu, los Zakuzarrak de Lesaka o las Sorginak de Altsasu. Entre los personajes incorporados en los últimos años están los Txatarras de Arbizu o los Zaratrakos de Izaba. Este año, como novedad, podremos ver la comparsa de Kaskabobos de Aoiz. No obstante, el protagonismo de la fiesta recae en el Paloki y los Txatxos, personajes que son interpretados por el alumnado de Primaria e Infantil respectivamente.
Las primeras celebraciones del carnaval de Lizarra Ikastola se basaron en el propio carnaval de Lanz. Años más tarde, en 1989, se empezó a celebrar el carnaval característico Lizarra Ikastola, con sus ‘palokis’, sus ‘txatxos’ y su teatro de Aldabika. Fue un par de años más tarde, cuando un variado grupo de profesores, padres y colectivos culturales editó un exitoso trabajo de investigación sobre los carnavales de Lizarra y que, por tanto, este año cumple 34 años. Desde entonces, decenas de coloridos palokis impregnan las arterias de la ciudad, bailando al son de los gaiteros, destilando luz y alegría en cada vuelta que dan sobre su eje.
Abriendo paso en la kalejira nos encontramos, desde hace años, con la figura del ladrón Aldabika montado sobre un asno. Ataviado de pantalón azul marino, camisa florida carnavalesca, pañuelo cruzado de hombro a cintura y atado a la altura del pecho, tocado de un sombrero de segador, se pasea por las calles de la ciudad del Ega, observándolo todo, como si de un viejo amigo de la ciudad se tratara. A su alrededor los ‘palokis’ bailan desenfrenadamente al son de su vieja marcha “¡Uri, uri, ura! ¿Quién ha roto la chocolatera? ¡Uri, uri, ura! Quien la ha roto la pagará”.
Los ‘palokis’ nos sumergen en un mundo de fantasía y de color. Sus grandes cabezas juegan a convertirse en enormes como si no estuviesen contentos de su tamaño, de por sí ya hermoso. Aquellas cabezas de saco de antaño se han transformado en atrevidas telas multicolores, pero éstas sirven igualmente para guardar celosamente el anonimato del mozo disfrazado. El ‘paloki’ se ha convertido en el personaje principal del carnaval de Lizarra Ikastola. Esta figura ofrece, a todo aquel que quiera ser partícipe del carnaval, la oportunidad de vivir activamente la fiesta. Bajo el anonimato de las telas o sacos, el pueblo puede bailar, bromear y saborear desinhibidamente el jolgorio del carnaval.
El origen de este disfraz no es precisamente carnavalesco. Se solían disfrazar de esta guisa las cuadrillas de quintos a quienes tocaba ir a la milicia. Estos mismos jóvenes aprovechaban tal indumentaria por carnaval, hecho que no nos debe extrañar considerándolo adecuado, por original y espectacular, que resulta dicho atuendo. Aquellas cuadrillas de jóvenes de la misma quinta se disfrazaban mediante saco de pulpa que, gracias a su constitución, permite ver el exterior desde dentro, del cual se valían para cubrir el cedazo o criba que llevaban sobre la cabeza. Los palokis se ajustaban a la cintura una chaqueta con las mangas colgando. Con sus brazos, libres en el interior del saco, los palokis podían elevar el cedazo desde el cogote hasta lo alto, es decir, su apariencia cabezona podía pasar a ser gigantona.
A su espalda, cruzado, llevaban un palo que, sobresaliendo a los lados a modo de brazos, servía para hostigar e incitar al personal, sobre todo cuando hacían el gesto de giro de cintura. Indagando en la raíz etimológica del término ‘paloki’, se aventura una hipótesis etimológica que puede dar sentido de su significado. El sufijo “-ki” en euskera cuando tiene como tema un nombre, denota objeto material, fragmento del ser indicado por el tema, o, tal vez especie o clase. Al igual que ‘txerriki’ (txerri + ki) significa carne de cerdo o ‘gizaki’ (giza + ki) relativo al ser humano, ‘paloki’ (palo + ki) vendría a significar “genero de palo”.