Esta vez voy a dejar de lado la política y Madrid por dos cuestiones principales, porque mejor que José Félix Sánchez-Satrústegui no lo voy a hacer y porque estamos ya un poco saturados todos y todas de la villa y corte. Entiendo perfectamente que se os atragante a los que no sois de aquí, porque a mí, que soy madrileña, castiza y gata, me tienen ya hasta el pico de la boina porque la “parpusa”(típica gorra madrileña de chulapo) no tiene pico, está capada que decimos aquí, algo así como la capacidad de raciocinio que tenemos por estos lares.
Hoy quiero hablaros de emociones, sentimientos, rarezas, de las que vemos en los demás por aquello de la viga y la paja. Tengo como cada cual, un ramillete de amistades de lo más variopinto que normalmente me lleva a hacer un recorrido por la mente “humana” y que va desde la imprescindibilidad del papel higiénico en tiempos de pandemia, a los bastoncillos de los oídos, que para una de las brujas que habitan mi universo, son tan necesarios como el comer.
Mi amiga creyó morir el día en que la UE decidió que a partir de 2021 se dejarían de fabricar los bastoncillos de los oídos. “Por Odin y Zeus” tamaña osadía y desgracia plena que la mermada libertad de la ciudadanía europea hará que nos limpiemos los oídos al salir de la ducha ¿Con qué? ¿Qué será lo próximo, que las pajitas del cubata sean reciclables?
Ante tamaño gesto de absolutismo de la UE deberíamos ponernos en pie de guerra. Da igual la ecología, preservar el planeta, mis bastoncillos son la pura esencia de la libertad para mis oídos, son los procuradores de que oiga, que no es lo mismo que escuche. Cuando le dije a mi amiga que ya se inventaría algo que además no atacase al medioambiente, me miró como sólo ella sabe hacerlo.
Con esa sola mirada, te dice en décimas de segundo; “eres imbécil, no tienes ni idea, me importa un bledo lo que tu pienses, yo para esto ni me molesto, paso de ti inculta” y cualquier otro insulto que se te pueda pasar por la cabeza. Cuando llega la mirada asesina, yo me hago tan pequeña, que Lewis Carroll se inspiró en mí cuando inventó la galleta reductora de Alicia en el país de las maravillas.
Pero cuando se ríe, ¡¡Ay!! Cuando se ríe el mundo se para, los pájaros dejan de cantar y el metro se detiene. Bueno los pájaros dejan de cantar asustados por lo histriónico de su carcajada y el metro se para porque llega a su estación, pero coinciden generalmente y a mi me encanta hacerle reír, porque como alguna vez he contado, a mi una bonita sonrisa me puede.
Ir de compras con ella mola porque siempre acabo comprando yo, en el hipotético caso de que compre algo después de habérselo probado 523 veces, cuando llega a casa y se lo vuelve a probar ¡¡¡Mecachissss!!! Que no le queda bien, o tiene algo parecido, o no lo necesita, o cualquier otra excusa que le sirva para devolverlo al día siguiente, pero eso sí, yo me he comprado media tienda sin probarme y lo que es peor, no lo devuelvo.
Luego tenemos otra divergencia, yo por ideología y por preservación de los puestos de trabajo, no paso en un super por la caja automática, ella por no esperar sí, pero luego me espera a que yo pague ¿Cabezonería? Probablemente, no sé si suya o mía, pero yo en esto no voy a ceder, las grandes superficies te cobran lo mismo porque te hagas tu el trabajo, que porque te lo haga una persona empleada por ellas.
Si todas nos negáramos a pasar por las cajas automáticas, habría muchos más empleos, igual con las gasolineras, aunque éstas te lo dejan un poco más barato, pero hay que ser solidarias y no contribuir a mandar a nadie al paro. No lo puedo remediar, me puede la vena reivindicativa.
También es verdad que las mujeres de mi vida son todas “ … mujeres de fuego y de nieve….desconocidas, gigantes que no hay libro que las aguante” “Y me rodean….les gusta ser altas como la luna y volverse pequeñitas como aceitunas….. transforman en eterno lo cotidiano…….que luchan cuerpo a cuerpo con la suerte hasta hacer que coma dulcemente de su mano”
La canción del Maestro Serrat en la que dice eso de “Mis amigos son unos atorrantes, se exhiben sin pudor beben a morro, se pasan las consignas por el forro…..” me identifica plenamente, a mí claro, porque mis amigas no beben a morro, son muy finas ellas y curiosamente, mi madre no me decía que andaba con malas compañías, a lo peor la mala compañía era yo.
Bueno ahora que lo pienso, mis amigos si beben a morro pero no “se mofan de cuestiones importantes, es verdad que los tengo muy escogidos y que son lo mejor de cada casa”, los tengo “raros”, “normales” enormes y pequeños y no me refiero al tamaño, de toda la vida y nuevos, pero la verdad es que en esto de la amistad, no hay antigüedad, ni rango, cada uno tiene su espacio.
Una vez un sobrinieto (palabro inventado) al preguntarle de dónde se sacaba las cosas que decía, me contestó “de mi cerebro que tengo metidos en unos cajones unos Izan pequeñitos que me las van soplando” pues mi gente está en esos compartimentos, no del cerebro, pero sí del corazón, cada uno o una tiene su propia cajita que nutro o me nutren a cada poco.
A veces se juntan, o los junto para corrernos una juerga, llorar o reírnos hasta caérsenos las lágrimas, ¡¡¡Zeus del Olimpo qué vitamina para el alma cuando te abrazan apretado!!!, los chicos entre vosotros, os dais unas palmadas en la espalda como si no hubiera un mañana, además en alguna ocasión lo he dicho, la potencia de la palmada es proporcional al cariño que os tenéis, nosotras nos apretamos un buen rato como si quisiéramos fundirnos con vosotros o entre nosotras.
Esos abrazos espachurrantes de mi Blesa, los “ay que no se cómo hacerlo” de la familia elegida que se ve por primera vez después de empezada la pandemia, o los que no dudamos un momento en abrazarnos y como para no tener mala conciencia de hacerlo, decimos eso de “estoy vacunada” o “yo ya lo pasé”.
Y es que lo que más hemos echado de menos en el confinamiento, estado de alarma, situación peligrosa, llámalo x, ha sido el contacto humano, los abrazos de los amigos, abuelas, nietas, compañeras de trabajo, los besos líquidos de tu hijo que te deja las babas cuando lo hace, vernos la cara y dejarnos la marca del carmín en ella, poder cogernos de la mano al hablar, en fin todas esas cosas que hacemos piel con piel.
Lo bueno que ha tenido esta pandemia, por agradecerle algo, no ha sido la solidaridad, que se ha desvanecido cual azucarillo, ni siquiera los sentimientos de apego, que han vuelto a la normalidad y no a la “nueva”, a la de siempre, no hemos salido mejores, claro que no, era muy iluso pensarlo, somos humanas con memoria de pez, eso sí, no podía ser de otra manera.
Lo mejor de esto, han sido las amistades nuevas, no sé a vosotros, pero yo en mayo de 2021, tengo más familia elegida que en marzo de 2020, me he sentido tan cerca de personas que no conocía de nada que cuando las he conocido en persona, parecía que estuvieran ahí toda la vida, ni un silencio incómodo porque siempre hay algo que contar, ni una mala cara de “noeresloqueesperaba” no, al contrario, risas, alegría, cariño que estalla a borbotones ante la presencia de la otra persona, abrazos celebrados como si de la copa del mundo se tratara y cariño, mucho cariño.
Ver detrás de las mascarillas unos ojos que se miran en los tuyos y expresan “¡¡¡Qué ganas tenía de verte!!!” y el corazón en sístole y diástole permanente, la piel absorbiendo el cariño en cada poro, el deseo a flor de piel y las ganas de vivir se derraman por el aire como queriendo decir “por si acaso mañana no estoy”.
Compartir las cervezas y los vinillos por zoom o meet, o cualquiera de estas plataformas que se han forrado con la pandemia, no es igual que compartirlos en la Vinoteca o en el Judas, aunque sea embozados como el “Zorro” los ojos sonríen igual que las bocas, pero de cerca, muy cerca, sabe mejor una ronda, es más placentero y hace que os eche de menos cuando no estáis cerca y que os eche de más después de varios días seguidos de farra.
Así que olvidémonos de los nefastos políticos que nos gobiernan, de los que lo hacen bien, de los que nos quieren matar y de los que nos quieren salvar, disfrutemos de lo bueno de la vida, de la amistad y de lo que realmente importa que son las personas de nuestra vida.
Vuestro amigo es a la medida de vuestras necesidades.
Él es el campo que sembráis con cariño y cosecháis con agradecimiento
Es vuestra mesa y el fuego de vuestro hogar………
Cuando vuestro amigo manifiesta su pensamiento, no teméis el “no” de vuestra propia opinión, ni ocultáis el “sí”
Y cuando él se calla, vuestro corazón continúa escuchando a su corazón.
Porque en la amistad, todos los deseos, ideas y esperanzas, nacen y son compartidas sin palabras, en una alegría silenciosa.
Cuando os separéis de vuestro amigo, no os aflijáis.
Pues lo que amáis en él, puede tornarse más claro en su ausencia, como para el alpinista aparece la montaña más clara vista desde la planicie…………
….Y en la dulzura de la amistad, que haya risa y compartir placeres.
Pues en el rocío de las pequeñas cosas, el corazón encuentra su amanecer y halla su frescor.
(Khalil Gibran)
Pilar García Torres
Pilar suaviza el imperativo cuando piensa “hágase la sonrisa”, y ese deseo con apariencia de orden tiene un efecto inmediato. Cuando sugiere algo así como “reanúdense los abrazos” entre amistades viejas y nuevas, dan ganas de convertirse en todos sus amigos a la vez.
Agradezco que me cite, aunque no lleve razón y exagere. Más de agradecer aún es que en tiempos de confinamiento y distancia, cuando observamos a los demás a través de mascarillas y ventanas, Pilar nos atropelle con su alegría, nos acaricie con palabras que le salen del corazón mientras bebe a morro. Algarabía de abrazos tras los cristales.
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