Mi ex coronavirus y yo (XVIII), por Algarabía. «La Risa».

 

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Os habéis parado a pensar lo gratificante que es la risa, sobre todo cuando es con ganas, o tonta de esa que no puedes parar y ni te acuerdas ya cuál fue el origen, esa es la que de verdad sana, la que alimenta el alma y generalmente suele empezar casi espontáneamente y por un chorrada.

Os pongo en contexto, vacaciones casa de 23m siete personas, una niña de tres años con un muñeco que no tiene ropa, cabeza, brazos y piernas de goma el resto tela, la posición del muñeco siempre es en forma de cangrejo, me daba una grima horrible y le digo a la niña, “ponle bien los brazos que me da grima” y la niña al rato ella sola dice “Jefferson, te voy a poner bien los bracitos que a Algarabía le dan lágrimas” os podéis imaginar.

Misma casa, en la misma habitación duermen cuatro, una que duerme con férula de descarga, por lo tanto, si habla con ella puesta es difícilmente entendible, pero aún así no se resiste a largar lo que se le ocurre, la madre de la niña dice “ y luego dices que te da grima Jefferson, menudo sex-appeal tienes tú “ la de la férula que contesta “ ¿Be basa be no be bongo? Ese fue el detonante, a partir de ahí, las carcajadas absolutamente descontroladas invaden toda la casa, qué digo el bloque y la calle, pero hay algo tan gratificante como reír con ganas, creo que no.

No se a vosotras, pero a mí me encanta reír, reír hasta que me duelen los músculos abdominales, y lo hago con facilidad, a pesar de que las malas lenguas dicen que soy un poco corrosiva, pero a la risa me apunto fácil. Y me pasa con ciertas personas que aún empezando la conversación con cierta seriedad, siempre acabo a carcajadas y eso alimenta el alma.

Esas personas que hacen que sonrías cuando te acuerdas de ellas, esas son las que merecen estar en tu vida en el estadio que prefieran o prefieras, mantener conversaciones ahora telefónicas larguísimas, en las que hablas de todo, pierdes la noción del tiempo, y acaban en risas son la sal de la vida, no suele pasar con muchas, pero si tienes alguna, cuídala, mímala para que esté siempre ahí.

Y luego mis amigas, esos cascabeles que tintinean a mi alrededor, con las que lo mismo puedes cantar desde Santurce a Bilbao por la Grand Place, que llorar por lo que sea, con otra puedes imitar al Joselito organizador de safaris que dice vivió de las mujeres por entonces, (Joselito por favor) o con la que escenificas los relojes blandos de Dalí para sacar unas risas del resto.

O esos amigos que te enseñan palabras nuevas con las que te partes, o que las inventas tú por simpatía, como zamburdia, conversarisión, pichucha, mochipón, algún día hablaré de los palabros inventados, esos que mis amigos decimonónicos nunca meterán en el diccionario.

Hoy va de risas, de esa manifestación de alegría que lo mismo hace que te rías de un mal chiste, que de una tortuosa caída del que va delante, que a veces tienes que disimular y otras no puedes, o me vais a decir que nunca os habéis reído de una caída, yo no puedo evitarlo, aunque luego pida perdón, pero hay gente que se cae con retranca, yo tenía una compañera que se cayó en cámara lenta y fue desapareciendo de nuestra vista, grácil como una bailarina de ballet clásico.

Luego están los que se creen graciosos y maldita la gracia, yo aquí tengo fijaciones que no os contaré para que nadie se ofenda, pero hay autonomías que tienen fama de ello y a mí es que no, que no me gusta ese humor, que no me hace ninguna gracia, pero como piensan que la tienen, pues hala a bombardear las redes con historias anodinas, cargadas de tópicos y sin ninguna gracia.

Para mí el humor es indiscutiblemente la cualidad que más valoro en una persona, siempre me puede una bonita sonrisa, siempre me ha gustado que me hagan reír, la ironía, el sarcasmo, la gente que se ríe de sus defectos, antes que de los de los demás, las personas cuya misión en esta vida parece ser la de hacer felices a los de su alrededor.

A mi me gustaría si me enterraran, que no lo harán porque yo no quiero, pero si tuviera una lápida alguna vez, me gustaría que pusiera “Murió de risa, los que la compartimos, deseamos nos la dejes aquí aunque te vayas” como hizo mi madre conmigo.

Ya sabéis, reír hasta que os duela el estómago, reír aunque no haya motivos, reír haciendo el amor, los que podáis claro, comiendo, hablando, durmiendo, busquemos siempre una razón para que al menos una sonrisa nos haga felices y mientras sumamos un día más, pensad que nos queda un día menos para compartir la risa.

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