Quién podría decirles. Por Ángel Sáenz de Ugarte.

 AUTO EGA CALLE MAYOR

angel

Cautelosamente, se aproximan cuando todavía las luces del alba no han dado señales de asomo… Una vez más descreyendo de aquel firme y válido pensamiento que, a pesar de todos los días conocidos donde el sol ha desplegado su dominio, asegura que por ello no se puede concluir que lo vuelva a ejercer en otro más…

Cautelosamente, se acercan a las terrenales proximidades para aparcar el vehículo donde todavía no se manifiesta el paisanaje… La mañanada no da para la charla menuda. Como si estuviesen instruidos para una acción temeraria, bajan en silencio al tiempo que desenfundan y ordenan los útiles para su inmediata recolecta. Alguna llamarada enciende el tan deseado cigarrillo; alguna detención libra el café del viejo termo y comparte su estimulante contenido…

Después, sin recordar de nuevo la distribución de funciones, cada uno se va ajustando a su cometido.

Finalmente, tras la retirada de los resistentes plásticos que han vestido y clausurado desde el día anterior los largos caballones, ayudados de unas linternas, comienza la acción escrutadora que con viveza consagra la provisión esperada…

¡ Quién podría decirles a quienes tal hecho consuman, que hubo un tiempo donde, tras unos días de cielo teñido sobrecogedor, de unos vientos sonoros y siniestros, con la gente en sus casas resguardada, alguien vio en los campos lineales de ordenadas extensiones, el surgimiento escalofriante de unos pálidos dedos primero, unas nacaradas manos después, unos níveos cuerpos levitando hacia el distante fondo…, todo ello un rato antes de que las luces del alba inundaran de transparencia la total seguridad del alcance de vista más agudo !

 

 Angel Sáenz de Ugarte Pangua

 

 

 

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