Romper barreras de la salud mental, por Ibai Crespo

Ha llegado el momento de romper, de una vez por todas, con el tabú que aún rodea a la salud mental. Aunque hoy existe una mayor conciencia social, sigue siendo un tema que muchas veces se silencia, cuesta compartir y, en demasiadas ocasiones, se malinterpreta. Hablar de salud mental no solo es bueno, sino necesario. Porque hacerlo rompe estigmas, abre puertas a la comprensión y ayuda a que otras personas se reconozcan en esas mismas experiencias que, en silencio, también viven.

Los casos de ansiedad y depresión han aumentado. Y puedo contarlo en primera persona: convivir con la ansiedad y la depresión es un desafío diario. Contarlo es importante, porque nadie debería sentir que camina solo o sola en este proceso. Todos debemos ser conscientes de que puede afectarnos a cualquiera, sin distinción. Quienes convivimos con problemas de salud mental sabemos que la lucha es constante, que cada día es una pequeña gran victoria. La salud mental influye en todos los ámbitos de la vida: el trabajo, las relaciones, los estudios, loshábitos…

Pero no, no es un signo de debilidad. Todo lo contrario: la verdadera fortaleza está en reconocerlo, en pedir ayuda, en levantarse una y otra vez cuando cuesta hacerlo. El aumento de casos tiene muchas causas: una mayor conciencia social, especialmente entre la juventud; la sobreexposición en redes sociales, donde el anonimato facilita el juicio y el ataque; la confusión constante entre verdad y mentira; y una sociedad que, en ocasiones, parece guiada por el “sálvesequienpueda”.

Como sociedad, deberíamos preguntarnos: ¿qué hacemos por la persona que tenemos al lado? Vivimos tiempos en los que palabras como empatía, respeto, escucha y responsabilidad parecen desvanecerse. Sin embargo, son precisamente esas palabras las que pueden marcar la diferencia. Cuidar la salud mental —también en la vida pública y política—implica respeto. Las críticas destructivas, los insultos anónimos, la burla o el intento deliberado de humillar dañan profundamente la salud mental. Y quienes actúan así, o no son conscientes del daño que provocan (lo cual ya es preocupante), o lo hacen con plena intención, lo que resulta aún más grave.

Necesitamos alejar el egoísmo y el señalamiento, y aprender a cuidar —y cuidarnos—. De esa sensibilidad nace la prevención, la herramienta más valiosa para evitar que los problemas se cronifiquen. Aunque hablemos de “ansiedad” o “depresión” como conceptos comunes, cada persona los vive de manera única. Por eso, no hay soluciones universales: cada caso requiere comprensión, acompañamiento y atención profesional.

Pedir ayuda no es rendirse: es un acto de valentía. Rodearse de personas que comprendan, escuchar y dejarse acompañar es parte del camino hacia el bienestar. Es el momento de romper todas las barreras y tabúes que rodean la salud mental. Debemos poder hablar sin miedo, sin juicios, con naturalidad. Asistir al psicólogo o al psiquiatra no debería ser motivo de vergüenza, sino de orgullo.

Todos tenemos días buenos y días difíciles, y reconocerlo es parte de nuestra humanidad. Este artículo no pretende más que aportar un pequeño grano de arena: un gesto de empatía hacia quienes se sienten invisibles. A todas esas personas, decirles: no están solas. Somos muchos y muchas quienes transitamos por este camino y quienes tenemos que dar voz, hacer visible lo silencioso. Y también, un profundo agradecimiento a las y los profesionales de la salud mental: guardianes, maestros y compañeros de viaje en los momentos más duros. Es tiempo de poner la salud mental en el centro, porque, sin salud mental, simplemente no hay salud.

Ibai Crespo

Parlamentario del PSN-PSOE

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