Llueve; siempre que escribo llueve, o es que nunca ha dejado de llover. Necesito de la lluvia, de las gotas de agua que resbalan por la ventana y, como un semen infecundo, serpentean sobre el cristal para morir junto al marco estéril recordándome que soy casualidad y futilidad. Aun así, la lluvia es una musa que alimenta los duendes que me habitan.
Pero hoy la lluvia es aluvión de lágrimas que deja de alimentar poemas y se convierte en tragedia. Lo hace demasiadas veces por su ausencia; estos días, por su exceso. En Valencia, y no solo allí, llueve mal. La lluvia ya no sabe llover.
«Al meu país la pluja no sap ploure: o plou poc o plou massa; si plou poc és la sequera, si plou massa és la catàstrofe», («En mi país la lluvia no sabe llover: o llueve poco o llueve demasiado; si llueve poco es la sequía, si llueve demasiado es la catástrofe»), canta Raimon, que compuso esta canción en 1984, dos años después de las inundaciones provocadas por las lluvias torrenciales y la rotura de la presa de Tous, conocida como la pantaná.
El agua se hace barro, las calles devienen en caminos de destrucción. Los bulos y la incompetencia favorecen el fango, que se extiende en todas direcciones y en ambas acepciones.
El presidente de la Generalitat, Mazón, nombra director general de Interior, de quien dependen las funciones delegadas de protección civil, entre otras, a un «experto en festejos taurinos». Llevaba vacante tres meses y lo designa el mismo día de la DANA, debido, es de suponer, a su currículum taurómaco y así ayudar a torear la que se le viene encima al gobierno valenciano por mor de su incompetencia. Días después, se le excluye de las funciones más importantes del cargo y le quedan festejos taurinos y espectáculos públicos. A torear.
Cinco horas sin Carlos, podría titularse, al estilo delibesiano, la invisibilidad de Mazón en lo peor de la DANA. La AEMET, contra la versión torticera y la visión acientífica de Feijóo, notificó mediante alerta roja de la gravedad de la situación, pero el president mantuvo la agenda previa —aunque a la una de la tarde había puesto la DANA mirando a Cuenca porque así le salió de sus glándulas sexuales— además de una comida no agendada durante la cual, incluida luenga sobremesa, estuvo desaparecido. Hasta doce horas después del aviso de la AEMET no se envían los mensajes del sistema ES-Alert de protección civil a los teléfonos móviles —sistema que la consejera del ramo dice desconocer (¡¿?!)—. Para entonces, el desastre era total y la gente se ahogaba sin remedio. Para colmo, el centro de emergencias 112 no tenía cobertura desde hacía tiempo según informan los propios trabajadores.
La competencia en esta situación corresponde a la Generalitat Valenciana —la incompetencia, en este caso—. El Gobierno central se puso a las órdenes del valenciano, como corresponde, y envió toda la ayuda que se le pidió, y más. No declara el Estado de alarma porque si es difícil «coordinarse con», «coordinarse contra» es imposible. Hubiera añadido más caos.
Mazón, un personaje patético en mitad de una tragedia, como lo define Iñigo Sáenz de Ugarte en un artículo, se esconde en mentiras ante las Cortes Valencianas culpando a la AEMET, a la Confederación Hidrográfica del Júcar, a la UME, al «sistema entero», al gobierno central y al mundo mundial. A todo esto, Feijóo culpa a Teresa Ribera ante Europa, por otros intereses, espurios, como siempre. Mazón aguanta cesando consejeras para protegerse.
Es indudable, sin embargo, que conviene mejorar la cooperación entre todas las administraciones para posibles escenarios similares futuros, y que esta sea posible sin necesidad de suspender temporalmente las competencias de la comunidad autónoma. Y, al contrario de lo propuesto por muchos enemigos de lo público, creo en mayor presencia de lo público y más Estado.
El cambio climático resultó en crisis y esta en violencia climática. Los ríos acudieron a reclamar su sitio mientras el ser humano destruye el entorno natural por la codicia de unos cuantos y la desidia de casi todos. Entre tanto, nos entretenemos en cumbres ineficaces. La última se celebra en Azerbaiyán, país que emite CO2 en forma de exabruptos —como si una cumbre feminista se celebrara en Afganistán—.
El fango vino a tapar el fango en el que llevaba metido Errejón algún tiempo. Cuando muchos lo colocábamos en un estatus de superioridad intelectual y moral, con dedicación casi plena al pensamiento y a la acción política, feminista de pro, descubrimos que el cerebro es su segundo órgano favorito, como ya había advertido creo que Woody Allen sobre sí mismo.
Debido a las dificultades encontradas a la pretensión de asaltar el cielo, rebajó las expectativas a cuestiones más terrenales y se dedicó, presuntamente, a asaltar entrepiernas y otras partes de la anatomía sexual femenina de forma intensiva y extensiva. Su alrededor político anuncia medidas cosméticas y echa balones fuera. La derecha critica la violencia que ellos niegan que exista porque la ha ejercido un hombre de izquierdas; cuando la realiza uno de derechas se trata de «un divorcio difícil», además de cuestionar el feminismo cuando lo que se necesita es más feminismo. Supongo que pensarán que esto se mejora con una avemaría diaria.
Miguel Lorente, que fue Delegado del Gobierno para la Violencia de Género, escribe que «la diferencia entre un partido de izquierdas y un partido de derechas no está en el número de machistas, sino en el número de feministas» y que «el machismo no es conducta, es cultura».
De forma más grosera, la filosofía falocéntrica callejera advierte que los hombres piensan con la polla. Sea como fuere, la violencia machista sigue su camino.
Éramos pocos y parió la abuela. Este refrán, del gusto de Delibes —lo cito de nuevo en este artículo, pura casualidad—, que lo utiliza en Diario de un cazador y en Diario de un emigrante, viene a cuento porque después de tantos golpes bajos a la felicidad, quiera decir esta lo que quiera decir, no solo corren malos tiempos para la lírica, sino que corren tiempos solo para la épica defensiva. Trump ha ganado las elecciones en EE. UU. por amplia mayoría, o sea. Un gravísimo problema se cierne sobre la democracia norteamericana, sobre Palestina y el mundo.
Si votas por segunda vez a un delincuente, violador y nazi, por resumir sus múltiples cualidades, alguna culpa tienes tú, ¿no? Ave Trump, los que van a sufrir te saludan —y te votan—. Daniel Innerarity propone «comprender las causas del malestar que ha propiciado el éxito de quien menos puede hacer para aliviarlo» y, en adelante, actuar en consecuencia.
En su discurso tras la victoria electoral, Trump dijo: «Muchos me dicen que Dios salvó mi vida por una razón: y la razón era salvar a nuestro país y restaurar la grandeza de América». A ver qué dios salva a América y a este mundo, repleto de idiotas e idiotés, de ese dios y su elegido en la tierra.
Acabo con una llamada en favor de la democracia y el feminismo —a pesar de que las noticias sobre las que hoy opino nos hacen desconfiar de la esperanza— y con un grito de ánimo: Amunt València.
José Félix Sánchez-Satrústegui Fernández

