Democracias en retroceso, por José Félix Sánchez-Satrústegui

Una noche cenamos junto a varios amigos en el restaurante pacense Sanxenxo. Magnífico gaudeamus a base, sobre todo, de pescados frescos y bien cocinados sin que hubiera que buscar una miniatura de lubina, por ejemplo, escondida en un montículo de capullos de alcaparras recolectadas el día 13 de mayo, tras una novena a la virgen de Fátima, por manos espatuladas de personas escogidas por tal motivo. Tampoco tuvimos que escuchar con bochorno explicaciones de un chef o un sumiller pedantes, ni soportar una cuenta escandalosa.

No pretendo escribir de gastronomía, pero al ver el letrero del local, que ya conocía, me vino a la cabeza la imagen del último Borbón abdicado paseando en el Bribón su porte ídem por el mar que baña la bella ciudad gallega del mismo nombre. No olvidemos que el «demérito» fue designado por el dictador asesino para que, junto a otras decisiones que en la primera transición se dejaron pasar de forma ingenuamente transaccional, todo quedara «atado y bien atado».

Desde Felipe V, el Animoso, hasta Juan Carlos I, el Campechano —ya veremos si no deviene en Chorizo (todavía presunto)— y Felipe VI, el Preparado —el actual, que deseo que cambie el participio por el gerundio y pase a conocerse como Preparando (el paso a la República, se entiende) o Último— nos hemos tragado una decena borbónica desde 1700.

Una revista holandesa publica fotografías del susodicho y la actriz Bárbara Rey —de apellido artístico ad hoc—, las cuales se utilizaban para chantajear al monarca y hasta tuvieron que intervenir los servicios secretos españoles. También se han hecho públicas conversaciones entre ambos amantes. «Tengo la sensación de que me están robando mi historia», ha comentado el rey demérito. Dicen que se va a confesar a través de sus memorias en el libro Reconciliación.

«¿Tiene conocimiento el Gobierno de las actuaciones presuntamente ilegales de los servicios secretos para encubrir los escándalos de Juan Carlos I? En caso afirmativo, ¿qué medidas ha adoptado o piensa adoptar al respecto?», pregunta ERC en el Congreso.

Se han conocido numerosos escándalos del rey y algunas sospechas que deben aclararse. Creo que es exigible la desclasificación de los documentos que aclaren la realidad de la intentona golpista del 23F y qué papel tuvo el rey.

«No tengo ni puta idea», fue la reacción plena de soberbia de Felipe González —otro aquejado de síndrome de Hubris— a la pregunta sobre los audios entre Juan Carlos I y Bárbara Rey cuando él era presidente. Queremos saber la responsabilidad que tuvo su gobierno en el encubrimiento del rey y cómo se pagaron sus gastos de mantenimiento y el silencio de la amante. Los españoles tenemos derecho a saber todo lo que concierne a cuestiones tan importantes de nuestra historia reciente y el PSOE no puede desentenderse de ellas, porque socavan la democracia. Pedro Sánchez debe incluir a la monarquía en el plan de regeneración democrática.

Aparte de la intolerable corrupción real, considero que un sistema que permite que la jefatura del Estado sea hereditaria casa mal con la democracia. Eso de entrada.

El Índice de Democracia Global elaborado por The Economist Intelligence Unit —criticado por su opacidad, subjetividad y falta de representatividad— otorga desde 2006 una puntuación a la salud democrática del planeta. El informe establece cuatro categorías para calificar el nivel democrático de cada país —democracia plena, democracia deficiente, régimen híbrido y régimen autoritario— basándose en su sistema electoral y pluralismo político, las libertades civiles, el funcionamiento de su Gobierno, la participación política y la cultura política.

En la última edición, del año 2023, sólo 24 países del mundo fueron calificados como «democracias plenas» —8% de la población mundial—. En esta categoría se incluyen todos los países escandinavos, varias naciones de Europa Occidental, así como Canadá, Nueva Zelanda, Australia, Mauricio, Corea del Sur, Taiwán, Japón, Uruguay y Costa Rica. El 39,4% de la población mundial está bajo gobiernos autoritarios frente al 36,9% en 2022. Noruega sigue liderando el ranking, mientras que en el último puesto se encuentra Afganistán. España ocupa el puesto 23.

Aunque EE. UU., Israel y algunos países de la UE son consideradas democracias deficientes según la referida clasificación, en la mía particular catalogo a EE. UU. como democracia cínica, a Israel como democracia terrorista y a la UE, así en su conjunto, como democracia insípida; todos ellos adjetivos incompatibles con el sustantivo. Algunas cuestiones de actualidad son preocupantes desde el punto de vista social y humano incluso en las democracias mejor consideradas. Los países nórdicos están radicalizando sus políticas migratorias y de acogida de refugiados y solicitantes de asilo, lo que ha empeorado tras la firma de un acuerdo para cooperar en deportaciones y crear programas conjuntos de retorno. La UE paga a Turquía para que retenga —y maltrate— a quienes pretenden emigrar a Europa mientras mira hacia otro lado. La presidenta de la Comisión Europea aplaude el estilo Meloni: «Explorar posibles vías para avanzar en la idea de desarrollar centros de retorno fuera de la UE». Se refiere al nuevo campo de concentración para inmigrantes creado en Albania. Xenofobia clasista y racista. El Gobierno de Pedro Sánchez se opone; la Justicia italiana lo tumba.

La autoridad, también en las democracias, la detenta el poder económico por sus santos…millones. Y la democracia casa mal con la dictadura de los mercados con la que sigue amancebada en inseparable concubinato.

Levitsky y Ziblatt, en su libro Cómo mueren las democracias, muestran cómo han desaparecido varias de ellas, que ya no lo hacen con un golpe militar o una revolución, sino con un lento y progresivo debilitamiento de instituciones esenciales como el sistema jurídico —también los medios de comunicación— y la erosión global de las normas políticas tradicionales.

El «PPartido Judicial Español», junto al tándem PP-Vox, la caverna mediática y sectores de la Policía y Guardia Civil pretenden echar a Pedro Sánchez por métodos antidemocráticos, haciendo cada uno lo que puede, como les indicó Aznar. Lo penúltimo: la sala de lo Penal del Tribunal Supremo —¿controlada desde detrás por el PP como aseguró su senador Cosidó?—, con Marchena a la cabeza, ha abierto una investigación contra el fiscal general del Estado (FGE) por un supuesto delito de revelación de secretos que ya no eran secretos; es decir, por contar la verdad, por desmentir un grave bulo contra la Fiscalía que difundió MAR, ese arrebatapuñadas jefe de gabinete de Ayuso —los numerosos calificativos negativos que se pueden aplicar a esta IDA se resumen en un número: 7291—, para defender al novio, defraudador fiscal confeso. La salida en la carrera contra el FGE la dio MAR unos días antes: «Va p’alante». ¿Lo sabía?

De las dictaduras reconocidas o disimuladas mejor no hablar, solo desprecio; pero las democracias deben mejorar y no dejarse llevar por las derechas extremas que ocupan un espacio político contra las libertades, la solidaridad y la igualdad.

Adenda: Genocidio palestino: Si bien es necesario recordar a los israelíes asesinados o secuestrados hace un año por Hamás, no podemos olvidar el genocidio y la destrucción que el ejército israelí lleva a cabo en Gaza, Cisjordania y Líbano. Netanyahu sigue matando, EE. UU. ayuda como puede. La UE calla.

Corrupción: El PSOE debe aclarar todo lo que tenga que ver con Ábalos y el caso Koldo, sin duda. No obstante, que el PP se querelle por financiación irregular del PSOE es de coña. Escribe Benjamín Prado que «cualquier día convocan una rueda de prensa y comunican que ya han descubierto quién es M. Rajoy: Pedro Sánchez».

Machismo: La manada proxeneta murciana queda disculpada de sus violaciones y agresiones por la generosidad de la manada judicial en juzgarlos. Una democracia debe hacérselo mirar.

José Félix Sánchez-Satrústegui Fernández

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