Vivimos en un sistema capitalista. Un sistema que se alimenta de la miseria de la clase trabajadora para poder seguir funcionando; en el que existe un empobrecimiento general y un empeoramiento de las condiciones de vida de la clase trabajadora. En todo este contexto de crisis y precariedad, podemos ver como los sujetos devaluados sufren todas estas consecuencias de una manera directa. Es una realidad que la situación de la mujer trabajadora empeora día tras día; la violencia machista no disminuye, los bajos salarios no incrementan, la sexualización de nuestros cuerpos cada vez es mayor… En ese sentido, no es ninguna casualidad que el trabajo de los cuidados recaiga sobre las mujeres; de una manera individual y privada, aumentando la carga que ya tenemos, es decir, en Navarra el 90% de los trabajos del sector de los cuidados están cubiertos por mujeres.
Es importante recalcar las malas condiciones de trabajo de las mujeres que trabajan en el sector de los cuidados; bajos salarios, ratios excesivos, contratos inestables, horas impagadas, responsabilidad de funciones no acordadas… Todo esto, mientras las empresas del sector se enriquecen a costa de la miseria de las mujeres trabajadoras, que las empresas de residencias de Navarra ganen de media 100.000.000 al año o que la patronal de empresas de Bizkaia GESCA gane 130.000.000 al año son claros ejemplos de ello. A todo esto, hay que sumarle la falta de recursos económicos, lo que hace que sea prácticamente imposible garantizar unos cuidados de calidad.
En relación a eso, se está acelerando un proceso de privatización, y el sector de los cuidados es un mercado más para poder obtener beneficios económicos en el sistema capitalista; la privatización de las residencias, la subcontratación de trabajadores, la mercantilización del cuidado de personas de tercera edad… Por ejemplo, el 72% de las residencias en la Comunidad Autónoma Vasca y en Navarra son privadas, ¿cuáles son las consecuencias de esto? Que haya un deterioro en las condiciones laborales y en la calidad de los servicios. Ante toda esta miseria que vivimos, vemos como a los políticos se les llena la boca de igualdad; nos prometen cambios que nunca llegan, proponen leyes que realmente no cambian la situación de la mujer trabajadora… lejos de acabar con la opresión hacia las mujeres, se limitan a la mera gestión de la problemática.
Tenemos que tener claro que el estado no es neutral, nos lo venden como si fuera una herramienta para el cambio social, cuando es el propio estado quien pone las bases de nuestra explotación. A pesar de que el Gobierno haya llevado a cabo ciertas leyes y reformas, las condiciones de vida de las mujeres trabajadoras no han mejorado, como puede ser la reforma de “las personas trabajadoras al servicio del hogar”, que realmente no ha supuesto ningún cambio sustancial en la vida de muchas trabajadoras del hogar, por ejemplo, un tercio de estas trabajadoras no tienen contrato. Aunque las propuestas de leyes digan lo contrario, la realidad nos muestra los límites y dificultades que tienen las instituciones para mejorar nuestras condiciones.
Por ello, es necesario señalar a los empresarios, instituciones públicas y partidos políticos como responsables de la opresión de las mujeres trabajadoras. Desde Itaia, vemos necesario organizarnos fuera de estas instituciones, y queremos dejar clara nuestra propuesta política, la cual se puede resumir en estos tres puntos. Para empezar, luchamos por las mismas condiciones de vida y de trabajo de calidad para todas, es decir, que todas tengamos las mismas oportunidades y condiciones de vida en todos sus aspectos. Por otro lado, nos reafirmamos en la necesidad de acabar con la división sexual del trabajo; para que los cuidados se colectivicen y dejen de ser únicamente responsabilidad de la mujer, liberarnos de dicha carga será indispensable para poder emanciparnos realmente.
Por último, es imprescindible acabar con la jerarquización de estos trabajos, para que todos los trabajos tengan las mismas condiciones y para que el trabajo que hacen los sujetos más vulnerables no estén devaluados. Para poder ejecutar todo esto, es necesario el reconocimiento social de todos estos trabajos. Por todo ello, nos sobran razones para movilizarnos el 30 de noviembre, y realmente defender y luchar por los intereses de la mujer trabajadora. Únicamente bajo la organización de la clase trabajadora lograremos una sociedad justa en la que no exista opresión hacia la mujer. Desde Lizarra, pondremos medios para poder ir a la movilización llamada por Itaia a las 12:30 en Navarrería (Iruñea)
Neli Ganuza

