Por fin, gobierno de izquierdas tras el lejano 23 J, por José Félix Sánchez-Satrústegui

Habemus praeses. Tenemos presidente y un gobierno progresista de coalición, tras una investidura con apoyos transversales de todos los sectores excepto de la derecha rancia del PP y la ultraderecha de Vox. Como «puto rojo» que soy, me alegro de ello.

PSOE y Junts se comprometen a abrir una nueva etapa que resuelva el conflicto histórico en Cataluña. El acuerdo entre ambos es un listado de desacuerdos con intenciones de diálogo y acercamiento para limarlos. La ley de amnistía llega al Congreso con un reconocimiento explícito a la Constitución y al ordenamiento jurídico. Iremos viendo su desarrollo, porque el PP maniobra en el Senado para retrasarla.

El Aznarísimo, desde su domicilio celestial, ha vuelto a dirigir un discurso urbi et orbi porque «no puede inhibirse ni callarse; no está dispuesto a ver sin hacer nada, que la constitucionalidad de España está en peligro». Ha llamado a que todos los que puedan hablar, hablen, y todos los que puedan actuar, actúen, apelando al genio español. Me gustaría saber a quienes está arengando y para qué. Ya mintió sobre la guerra de Irak y los atentados del 11M, dijo hablar catalán en la intimidad cuando le interesó pactar con los catalanistas; además, indultó a terroristas de Terra Lliure y realizó el mayor acercamiento de presos de ETA, a quien llamó «Movimiento Vasco de Liberación». ¿Qué pretende ahora? ¿Será esta una proposición golpista o es que estoy muy susceptible? Guardias civiles de Aprogc han declarado estar dispuestos a derramar hasta la última gota de su sangre en defensa del orden constitucional. Miembros de la Asociación de Militares Españoles firman un manifiesto donde reclaman al Ejército que destituya al presidente —algunos de entre ellos ya propusieron fusilar a 26 millones de hijos de puta (rojos, se entiende)—. Cuánto peligroso salvapatrias de mierda.

Abascal, el patriota de la nueva reconquista que confunde a don Pelayo con los Tercios, anuncia una ofensiva contra la amnistía y querellas mil. Las sedes del PSOE son atacadas por manifestantes de derecha-extrema derecha por todo el país. Se ha instalado la «”Caye borroka” patriótica anticonstitucionalista tradicionalista y de las JONS», cuyos miembros se autodenominan «putodefensores de España», mientras el PP mira hacia otro lado o las alienta convocando movilizaciones mediante una violencia verbal apocalíptica y levantisca —«asistimos a la abolición del Estado de derecho», «se destruye el orden constitucional», «es el principio del fin de nuestra democracia» o comparando el acuerdo para la investidura con el 23F o los asesinatos de ETA—. Es peligroso que el PP se esté dejando arrastrar por Vox en este delirio callejero. La indigna Esperanza Aguirre acudió a Ferraz, entre vivas a Franco, animando a cortar el tráfico.

Cuando Feijóo calla o duda, Ayuso cambia los exabruptos habituales por condenas a la violencia: no se sabe bien si quiere volvernos locos a todos o solo a Feijóo.

Lo que les mortifica no es la amnistía, sino la investidura de Pedro Sánchez y un gobierno de izquierdas, porque querían también el poder político y no lo han conseguido.

El manifiesto leído el día 12 en las plazas de España por los convocantes es un cúmulo de despropósitos y mentiras. La propaganda suple a las políticas, y el sello de un sistema propagandístico es la crispación. Así lo escribía Guillem Martínez en un artículo en el que desarrollaba los once mecanismos que en su día codificó Goebbels.

El sector conservador del PPoder Judicial aprueba una declaración contra la ley de amnistía sin leerla. El juez García Castellón —conocido, entre otras muchas parcialidades, por su negativa a sentar al PP en el banquillo por el caso Kitchen— investiga a Puigdemont por terrorismo para impedir que pueda ser amnistiado.

Felipe Glez. no ha estado a la altura de su fracaso, que diría Umbral, al querer derrotar a Pedro Sánchez. «¿Por quién me tomas?», fue su furiosa respuesta cuando le preguntaron si se hubiese hecho la foto con Puigdemont en Bruselas. Puede estar en desacuerdo con la amnistía y opinar, por supuesto, pero las formas delatan su complejo de superioridad. Ibarra aseguró en la prensa que «los socialistas tenemos en nuestras manos demostrarles que somos dueños del destino del PSOE». Pues sí, por eso votamos a favor de la propuesta de Pedro Sánchez. Su voto vale igual que el mío y también va en favor de un gobierno que pueda aplicar políticas progresistas frente a las desigualdades sociales que pretenden las derechas. En mi anterior artículo escribía que debemos entender que estamos en un Estado plurinacional y que los pactos son necesarios para la gobernabilidad del país. Insisto en ello desde mi antinacionalismo.

Es conocido que durante los gobiernos de M. Rajoy —ese incógnito personaje de los papeles de Bárcenas— el apoyo al independentismo en Cataluña creció mucho y que, durante los gobiernos de Sánchez, tan antiespañol, disminuyó.

Todas las asociaciones judiciales, en un alarde de corporativismo de toga y puñetas, critican las comisiones de investigación con referencia al lawfare —instrumentalización de la Justicia, judicialización de la política o persecución judicial— del acuerdo. No se pronunciaron sobre las injerencias de jueces, incluso del CGPJ y el TC, en cuestiones políticas en general o que corresponden al poder legislativo. Se suman a la cruzada anti-Sánchez, además de las asociaciones de jueces y fiscales, colegios de abogados, inspectores de Hacienda, sindicatos de policías o guardias civiles, sectores de la Iglesia o empresariales, instituciones de todo tipo y el aparato mediático. Echo en falta en el amotinamiento al gremio de protésicos dentales o al de panaderos patriotas, verbigracia.

Los obispos miraban hacia otro lado, como es costumbre, mientras ocurrían más de cuatrocientos mil casos de pederastia en nuestro país. Para la Iglesia Católica española son casos puntuales —una suma de ignorancia matemática y cinismo supremo—. Sus representantes se niegan a colaborar con la Justicia y con el Defensor, a pedir perdón y reparar a las víctimas. Algunos cargos eclesiásticos, que declaran a la amnistía profundamente inmoral, callan los casos de pederastia de los suyos.

El mundo mira para otro lado, incluida Europa, por orden del imperio. El gobierno del fascista Netanyahu acelera el genocidio palestino en el que lleva ocupado tantos años.

La derecha, encantada de dejarse arrastrar por el griterío fascista de Vox y aledaños, no dejará títere con cabeza con tal de conseguir el poder político como sea, que con el resto ya cuenta. Son tiempos difíciles para la convivencia y la concordia. Y para la lírica.

Los demócratas han de reaccionar frente a los fascistas con más democracia porque una minoría de fanáticos puede terminar arrastrando a una mayoría de moderados; los nacionalismos del centro y la periferia tienen que aprender a superar victimismos, supremacismos identitarios y fronteras. Y la izquierda —¡ay, la izquierda, tan tiquismiquis!— debe unirse para conseguir sus objetivos comunes: Agrupémonos todos…

José Félix Sánchez-Satrústegui Fernández

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