Proyectos sociales frente a la estrategia de la mentira, por José Félix Sánchez-Satrústegui

Para derogar el sanchismo, Feijóo ha comenzado por derogar la tabla de multiplicar (ese proyecto socialcomunista que, como todos saben, inventó Sánchez en una de sus múltiples ocurrencias perversas, en este caso para hacerlo errar en el cálculo sobre el número de empleados en España). Según afirmó el hombre que susurraba a los camellos en un discurso reciente en Barcelona, veintidós es el resultado de dos por diez. En cuestiones aritméticas solo sabe que, si PP y Vox suman lo suficiente, pues «p’alante». Él es más de letras, de palabras falsas.

Los datos de la UE, Banco de España, INEM, INE y Seguridad Social (SS) son esperanzadores: la inflación y el paro descienden, el PIB aumenta, así como el número de afiliados a la SS. Todo ello tras una pandemia y una guerra que han supuesto graves contratiempos. Da igual, PP y Vox solo saben lanzar bulos al Gobierno, como que pacta con ETA, que ya no existe, que dejó las armas durante el gobierno de Zapatero, al que los mismos miserables llamaban zETAp. El PP pactó con Bildu alegando que aceptarían propuestas de la formación abertzale si supusieran beneficios para los ciudadanos. Aznar afirmó hace 25 años: «He autorizado contactos con el Movimiento de Liberación Nacional Vasco». El jarrón nómada que pasea su narcisismo con bendiciones urbi et orbi negoció con ETA cuando aún asesinaba y nadie le gritó «que te vote Txapote», ese lema perverso que, pretendiendo insultar a quienes lo reciben, define mejor a quienes lo berrean.

Cualquier presencia de Vox en las instituciones constituye una adversidad para la democracia, su aparición en los gobiernos ahonda en esa tribulación; hacerlo en el de España, si no lo podemos evitar en las urnas, supondrá un daño difícilmente reparable. Su mera existencia en la sociedad ya es peligrosa. ¿El aumento en votos de Vox proviene solo de un incremento del número de conciudadanos que añoran el retorno a las cavernas?  Todos no pueden ser fascistas. Por ello, debemos recordarles que estos «patriotas» que odian a la mayor parte de sus compatriotas han votado en contra de cualquier medida que fuera en beneficio de los trabajadores. La lista de abstenciones y noes es larga: ingreso mínimo vital, revalorización de las pensiones, moratoria de la deuda hipotecaria, garantizar el suministro energético a colectivos vulnerables, prórroga de los ERTE, medidas para la conciliación de la vida familiar, ley «rider» que impida contratar como falsos autónomos a asalariados, ley de Infancia, etc.

Los añorantes del franquismo y del dictador asesino, apoyados por quienes los votan y habilitados por el PP, que forma gobiernos con ellos, niegan la violencia machista o el cambio climático; censuran películas y obras de teatro, así como actividades educativas donde, según ellos, se corrompe a los menores, se les adoctrina y se promueven las relaciones homosexuales. Presionan a las mujeres que pretendan abortar legalmente, quieren suprimir las subvenciones a las ONG, expulsar a los emigrantes ilegales (a quienes culpan mediante bulos incluso de asesinatos), defienden los colegios que segregan por sexo y se proponen derogar la ley de Memoria Democrática. Su homofobia, machismo, xenofobia, aporofobia, LGTBI-fobia y otros odios (a los trabajadores en general) debería movilizar de forma contundente a toda la sociedad democrática, no solo a las izquierdas y a los colectivos afectados.

Vox es un partido antidemocrático, que va a gobernar junto al PP, repito, con su permiso y aplauso, allá donde lo necesite. Feijóo, con derogar el sanchismo se refería a derogar las leyes que benefician a los más necesitados (con las que están en desacuerdo las insaciables élites económicas que les apoyan). Su campaña, sin propuestas (nada se sabe de algo parecido a un programa), se basa en vociferar mentiras. Hay que responderles que lo mejor para España es otro gobierno que sume a las izquierdas para no retroceder en derechos con la ultraderecha.

La lobotomía que practicó el franquismo en el cerebro de la población, según expresión del historiador Francisco Espinosa, se le fue de las manos y aún seguimos sufriendo las consecuencias. ¿Llegaremos a la anencefalia funcional como sociedad?

El problema añadido es que el PP asume los postulados de la ultraderecha. Y lo hace no solo por la permisividad e indecisión, más la falta de actitud y aptitud, de Feijóo. Tampoco solo por los discursos voxistas de Ayuso, sino también por la actitud de dirigentes territoriales del PP como María Guardiola, la reciente presidenta extremeña, que negó la entrada de Vox en el gobierno empeñando su palabra y un día después buscó a toda prisa un entendimiento con ellos. Pasó en unas horas de ser considerada la baronesa roja del PP (para bastantes ingenuos), y trazar líneas rojas que no podrían traspasar, a sacarles la alfombra roja para entrar en su gobierno (como le recordó Guillermo Fernández Vara). ¿Cínica?, ¿hipócrita?, ¿mindundi? ¿Todas ellas?

Vox fue financiado en su nacimiento por grandes fortunas y altos ejecutivos a partir del grupo ultracatólico Hazte oír (ver el artículo de Público firmado por Carlos Enrique Bayo el 5 de agosto de 2021). Los banqueros, grandes empresarios y fortunas («gente de bien») ya controlan la democracia desde el poder del dinero. Ciertos sectores policiales organizados en sindicatos siguen la estrategia de crispación de Vox y un discurso agresivo contra el Gobierno. Igual ocurre desde alguna asociación de militares españoles que pide el voto para la ultraderecha y así «acabar con la era sanchista». Ante estas situaciones no se puede mirar hacia otro lado, hay que garantizar la defensa de los valores democráticos en las Fuerzas Armadas y en las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, lo cual es básico para la sociedad democrática. 

Peor aún es que la derecha blinda su poder en la Justicia; pierdan o ganen las elecciones tendrán a su servicio un poder judicial conservador y con él una democracia tutelada (lean el artículo de Ignacio Escolar Lo que más me preocupa del programa electoral de Feijóo). Aquella frase del dictador de que «todo queda atado y bien atado» no parece que fuera un farol sin más.

En el único debate cara (dura) a cara (perpleja) de la campaña, Feijóo usó la técnica de la ametralladora de falacias (técnicamente, galope de Gish), un descarado e imparable lanzamiento de mentiras en ausencia de periodistas mediadores (¿los hubo?). El último debate a cuatro quedó en tres, porque Feijóo rehusó al no disponer de más mentiras que soltar.

Otro asunto: echo en falta los tiempos de las encuestas ¡solo! semanales, ahora hay que aguantar a diario un bombardeo demoscópico, es decir, un sondeo continuo conocido por el anglicismo Tracking. De traca. ¡Qué dolor de cabeza! Nueva enfermedad: Cefalea demoscópica.

«¡Bienvenidos al Idioceno!», titula un artículo Ana Campos en elDiario.es. Define el Idioceno como la época geológica de la Tierra caracterizada por el comportamiento errático del homo sapiens que lleva a un grave desequilibrio del planeta con terribles consecuencias para su componente más preciado: la biosfera. Época geológica definida por el dominio del idiota, o sea.

Entre los egoístas que solo piensan en su propio beneficio a corto plazo, los equidistantes, los indolentes, los que no quieren ver ni oír y los que apoyan y votan a quienes les perjudican vamos alcanzando la cumbre de la idiocia. En contra de la opinión general, interesada y egocéntrica, se ha impuesto el homo ignorans, cuya característica principal es el cerebroplanismo.

Fallecen Ibañez y Kundera, si bien quedan sus personajes inmortales. Mortadelo y Filemón nos ayudarán, a pesar de los dilemas de Tomás, a sobrellevar la insoportable levedad del ser.

¡Vamos, izquierdas! ¡Reaccionemos, coño! No vaya a ser que queden prohibidos los futuros «cara a cara» y sean sustituidos por los «cara al sol».

José Félix Sánchez-Satrústegui Fernández

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