Del «solo sí es sí» al «así no», por José Félix Sánchez-Satrústegui

Estoy totalmente de acuerdo con el hecho de que la ley del solo sí es sí es una buena ley —he tenido la santa paciencia de leerla, aunque reconozco haberme saltado trozos letárgicos—, que coloca la esencia del delito en el consentimiento inequívoco de la mujer como garantía de la libertad sexual y no en la agresión, y que aborda de forma global y coordinada todo lo relacionado con la violencia sexual. Sin embargo, el debate posterior me parece artificioso y excesivo. Y si añadimos aspectos filosóficos, más difícil aún.

En el preámbulo de la Ley Orgánica de garantía integral de la libertad sexual, o del solo sí es sí, se dice que «se consideran violencias sexuales los actos de naturaleza sexual no consentidos o que condicionan el libre desarrollo de la vida sexual en cualquier ámbito público o privado».

La filósofa Clara Serra afirma que el consentimiento es un problema político y filosófico, y que consentir puede significar ceder ante un poder fáctico.

Cita a la también filósofa feminista francesa Geneviève Fraisse, autora del libro Del consentimiento, la cual prefiere la palabra acuerdo porque consentimiento tiene dos sentidos, es más ambiguo y a menudo está definido por la relación desigual con otra persona y por las circunstancias. Llega a preguntarse si se trata entonces de pura libertad o de inevitable relación de fuerza.

Cuidado pues con consentir; si bien entendemos que el significado del solo sí es sí de la ley debe darse siempre en condiciones de igualdad y libertad, la pregunta es si existen en la realidad ambas circunstancias.

La digestión de tanto enredo para los que nos liamos, por torpeza, con los aspectos jurídicos o filosóficos y nos enredamos en los políticos no es fácil.

A ver. Aprovechas una situación determinada —una buena ley, por ejemplo—, creas alarma social mediante una mentira —los violadores están saliendo en tromba del trullo, un poner—, potencias el populismo punitivo —hace falta más cárcel, siempre más cárcel—y ya se ha montado la marimorena. A esto se ha dedicado la derecha política, mediática y judicial. En el entretanto, las izquierdas ya se han ocupado de dispararse el enésimo tiro en los pies, para que sea visible la herida incluso para Pilar Llop —ministra, las heridas psicológicas tras una agresión sexual pueden ser muy profundas y, sin embargo, permanecer invisibles para los demás— y para que a los votantes no se les olvide la sangre roja en año electoral, como advierte Javier Gallego. Luz Sánchez Mellado anuncia estar «hasta las tetas» de ver cómo se zurran PSOE y UP. Hasta las feministas se acusan entre sí (yo lo soy más que tú).

Cuando escribo estas líneas, alrededor de una de cada cuatro sentencias revisadas tras la ley terminó en reducción de condena a un agresor sexual. El número de reos en prisión por delitos contra la libertad e indemnidad sexuales es, según la última estadística de población reclusa de Instituciones Penitenciarias de diciembre de 2022, de 4.000 aproximadamente. Hasta ahora, con esos números incompletos, las penas se habrían reducido en un 35% de los casos revisados, y las excarcelaciones supondrían un 2,9% de las revisiones, aunque difieren mucho entre las diferentes autonomías.

La derecha pepera, tan feminista como defensora de la sanidad pública, aprovecha la bronca entre los partidos de la coalición gobernante para impulsar la alarma social mediante datos falsos y ofrecerse a aprobar las reformas del PSOE a la norma. Es de suponer que, dado el caso, pase a denominarse la ley del «no sé si sí o si no» al estilo del dubitativo Feijóo que, lo mismo que duda si el aborto es un derecho, según toque, confunde prima de riesgo con tipo de interés o los Óscar con los Goya.

El machismo aparece por doquier. Canal Sur, la tele de Moreno Bonilla, en la tertulia del programa Mesa de análisis, que dirige Teodoro León Gross, aborda el asunto de la polémica por una foto en la que a Ione Belarra se le marcan los pezones a través del jersey. Durante las intervenciones podía leerse el rótulo «Llevar sujetador… ¿Violencia o decoro?». A mí me hubiera gustado mucho más un letrero del tipo «Las teticas agudicas, que el brial quieren romper» como en el anónimo Romance de la gentil dama y el rústico pastor. El director citado ha culpado a la roja desvergonzada: «Ya se ha ocupado la propia vicaria de Podemos de elevarlo al debate político». Debemos sentirnos contentos porque el machote no la haya llamado feminazi. La crítica puritana terminará exigiendo que las ministras acudan a cualquier evento con sujetador, a ser posible de naturaleza pétrea, para ocultar la soberbia de posibles pezones altivos.

De acuerdo con la teoría psicosexual de Freud, que une la sexualidad con el inconsciente, el desarrollo cognitivo de las personas sucede en varias etapas. La primera es la fase oral del desarrollo en la que la boca es la principal zona en la que se busca el placer —sobre todo a través del pezón, pero no solo, y que debería haberse culminado a los 18 meses—. Sin embargo, él no habló, creo yo, de la permanencia del pezón como obsesión crónica ni siquiera en aquellos que quedaron anclados en la fase neandertal del desarrollo, etapa que tampoco citó, en la que todo es provocación mientras se santiguan a la par que babean.

Profundizando en el machismo de la derecha, el alcalde del PP del municipio conquense de Villar de Cañas, un tal José María Saiz, pronunció que «Irene Montero tiene llagas en la boca de chupársela al coletas». Ese asqueroso individuo no ha sido expulsado inmediatamente del PP.

La segunda fase de la teoría freudiana es la anal, que se inicia alrededor del año y medio y alcanza hasta los tres. Suele ser el periodo en el que el niño debe aprender a controlar esfínteres e ir al baño por sí solo. De esta etapa se derivan todas las formas de autocontrol y autorregulación futuras. Este pollo, Saiz, no superó esta fase y, al confundir los esfínteres, ha quedado para echar mierda por la boca. No debería salir del váter.

La ley del solo sí es sí, a pesar de los posibles errores difícilmente corregibles y las revisiones de condena tan jaleadas como finitas, hay que valorarla positivamente. Los socios de Gobierno deberán abandonar la rigidez, llegar a un acuerdo y acabar con el enfrentamiento tan negativo para ambos. Los errores son responsabilidad de todo el Gobierno y culpabilizar a Irene Montero en exclusiva es injusto, «como si se hubiera inventado ella sola esta ley», como advierte Eduardo Madina.

Pedro Sánchez, no puede ser que quieras aprobar una ley de tal importancia con un PP en el que los ejemplos de machismo que he nombrado aquí no son exageraciones, sino la consecuencia lógica del continuo trato desigual cuando no el desprecio a las mujeres, consecuentes con su ideología machista.

Irene Montero, es posible que no se calibrara bien el alcance de las revisiones de condena y menos la interesada manipulación posterior. Ahora hay que sentarse a hablar con discreción y no instalarse en la soberbia y el purismo. «Cuidemos la coalición porque estamos haciendo grandes cosas por el país, sigamos así», dice Yolanda Díaz.

Solo sí es sí, pero así no.

José Félix Sánchez-Satrústegui Fernández

Un comentario en “Del «solo sí es sí» al «así no», por José Félix Sánchez-Satrústegui

  1. Se te ve el plumero a raudales, para unos casos citas palabras textuales usadas y para otros no. La ley hubiera sido buena sino fuera por la incompetencia, cabezonería y altanería de quien la hizo, que parece que sabe más que nadie y no hizo caso de las recomendaciones previas a su aprobación. Sólo lo que «yo» hago o digo es lo correcto y los demás sino la aplican como a mi me gustaría, entonces van contra mi persona, siempre el mismo discurso. La realidad es que gracias a la ministra tenemos ya a más de 500 agresores con reducciones de penas y eso no es información manipulada ni crear alrma social, son datos.

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